divendres, 27 de desembre del 2013

26-diciembre-2013
El taxi se detiene en doble fila, si hay algo que odie en esta vida son las lasañas y las ciudades y su tráfico. Aunque la mayor parte de mi trabajo se desarrolle en ellas.
Pago al incomprensible pakistaní, que podría haber sido mudo y nos hubiésemos entendido igual, y a su inútil gps por un viaje que se me antojó errático desde el aeropuerto.
Antes de entrar, compruebo el número del edificio, el 252 de la calle… correcto. Es un número viejo, como de latón envejecido. No hay portero electrónico ni humano tampoco, bien.
“Ellos” dejaron las llaves y la dirección en la consigna indicada. Siempre es así, un sms con las instrucciones y ya está.
En realidad “ellos” dijeron que me lo tomara como una especie de vacaciones. Estaban contentos con mi trabajo, pero me convenía y les convenía que yo desapareciese por un tiempo. No pregunté por qué, me lo imaginaba, pero en mi oficio es mejor no preguntar. Duras más. Es una cuestión de salud.
No conozco Barcelona ni ella me conoce a mí. Razón a favor para escogerla para mi temporal retiro. Helsinki era otra opción, pero la descarté, nunca me ha gustado la nieve.
Me sorprende desagradablemente el aire frio y húmedo al bajar del taxi que golpea mi calva, levanto mis gafas de sol para adentrarme en el oscuro portal protegido por una verja de hierro que presenta una falta de pintura evidente.
5º segunda…sin ascensor, bueno, siempre me ha gustado subir escaleras. Rellanos mal iluminados, realmente, sin llegar a decrépito, el aspecto del edificio es en si un poco…decadente. Me  gusta.
Alguien baja, un hombre, le oigo murmurar.
-                     Podría haberme devuelto la fiambrera al menos…( el resto es incomprensible)

Nos cruzamos en el rellano del cuarto, no miro sus ojos, pero presiento que él me mira.
Sigo subiendo, lo olvido.
Llego delante de mi puerta y antes de abrirla, llama Monique. Siempre es Monique.
No contesto, ella habla, siempre es así. “Ellos” saben así que he llegado bien.
Monique cuelga, no dice adiós, nunca dice adiós.
La cerradura se resiste, hace tiempo que nadie la ha abierto, estoy cansado del viaje, ya no eres un crio S… me reconozco.
Antes de entrar, me detengo, ¿y ese olor?
Dos  segundos y mi mente identifica, humo, sexo y restos de perfume que provienen del sexto. Quizás arrastrados por el desconocido de la fiambrera.
Después de todo, me merezco unas vacaciones.
Entro y cierro la puerta.


Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada